La Sociedad de la Nieve (2023): Un mensaje de unión y fortaleza ante la vida

Escenas de “La Sociedad de la Nieve”. Foto: Cortesía de Netflix.

Los seres humanos nos ponemos a prueba cada día. La vida siempre nos ofrece desafíos que debemos vencer, y aunque nos da dificultad, nos quejamos y deseamos que fuera diferente, nos toca superarlos y demostrarnos que la vida merece ser vivida. Y para aquellos jóvenes uruguayos cuyo avión se estrelló en los Andes en el año 1972, la vida era digna de vivirse, aún en la miseria y el sufrimiento que enfrentaron cada segundo que pasaron en esa montaña.

El accidente de los Andes ocurrió hace 51 años, pero la nueva película “La Sociedad de la Nieve” dirigida por el director español J.A. Bayona, nos lo plasma de una manera realística y profunda que a nosotros, seres de una sociedad cada vez más moderna e individualista, nos hace recordar lo que realmente importa: que en la unión está la fuerza y que la vida “merece vivirse, aún en el sufrimiento”, como escribió Arturo Nogueira, uno de los jóvenes que abordaba el avión, desde la montaña.

La tragedia de los Andes comenzó el 12 de octubre de 1972 cuando un equipo de rugby uruguayo, acompañados de amigos, familiares y algunos desconocidos, se encaminaron hacia Chile en un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya donde pasarían un fin de semana. Al día siguiente, el avión, tras intentar cruzar la cordillera de los Andes, se estrella y cae en un valle de nieve. Quedaron 33 sobrevivientes, muchos de ellos heridos. Durante los 72 días que permanecieron en la montaña, construyeron una especie de sociedad con la que lograron sobrevivir día a día. Cuidaron de los heridos, derritieron nieve para crear agua, elaboraron estrategias de supervivencia y se alimentaron de la única carne que había allí: los cuerpos de sus compañeros muertos. Al décimo día, tras recuperar una pequeña radio, escucharon que ya los equipos de rescates no los buscarían más. Entonces, se convencieron que de alguna manera tendrían que salir de allí por sí mismos o morir en el intento. Con el pasar de los días, más de los compañeros fallecieron, debido a una avalancha que ahogó a 8, y a las heridas y golpes que afligían sus cuerpos, así que, finalmente, quedaron 16 sobrevivientes.

A estos 16, algunos con poco tiempo de vida, les urgía salir de allí. Por lo que tres de ellos se enfrentaron a uno de los desafíos más imposibles: cruzar la cordillera de los Andes caminando. Débiles, hambrientos y friolentos, Antonio Vizintín “Tintín”, Fernando “Nando” Parrado y Roberto Canessa comenzaron a caminar hacia Chile sin saber a qué se enfrentarían. Dos de ellos, Canessa y Parrado, después de 10 días, lograron encontrar su salvación y la de los 14 que permanecieron en el fuselaje.

La película de “La Sociedad de la Nieve”, es un trabajo coral, igual que el de la historia real que cuenta. Los sobrevivientes de los Andes sobrevivieron gracias al esfuerzo de todos los sobrevivientes, incluyendo a aquellos que estaban heridos, que, de alguna manera u otra, contribuyeron a la salvación del grupo. Todos tenían tareas que, por más insignificante que parecieran, contribuyeron al funcionamiento del grupo y a su consecuente salvación.

Escenas de “La Sociedad de la Nieve”. Foto: Cortesía de Netflix.

Asimismo, la película fue un trabajo en grupo, que como todas las películas, requirió el esfuerzo de muchas personas. Desde los actores y su colaboración entre sí y con los sobrevivientes y familiares de los que no volvieron, el director, la cinematografía y el diseño de sets, a el maquillaje, el vestuario, directores de casting, la música, el sonido, los efectos especiales…y todo lo demás que tuvo que funcionar en conjunto para realizar una película tan magnífica. La colaboración de todos hizo de esta película una obra de arte por su realismo, su empatía y su mensaje.

En la película de Bayona, es uno de los que no regresan quien nos cuenta la historia: Numa Turcatti, interpretado por el actor uruguayo Enzo Vogrincic. Según lo que cuentan sus hermanos de la montaña y lo que se observa en la película, Turcatti dio su todo por sobrevivir y salvar a sus compañeros, incluyendo su cuerpo, cuando al fallecer dejó una nota escrita en su puñal que decía: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.

Escenas de “La Sociedad de la Nieve”. Foto: Cortesía de Netflix.

Numa Turcatti no era parte del equipo de rugby. Se unió al viaje, al igual que muchos, porque en aquel avión sobraron sillas que había que llenar para costear el viaje del equipo, y su amigo Alfredo “Pancho” Delgado, lo convenció de unirse para pasar unos días juntos en Chile.

De manera sensible y cuidadosa, pero realista, el personaje de Turcatti coge de la mano al espectador y lo acompaña a través de este viaje. Le cuenta todo lo que él y sus compañeros tuvieron que vivir en la montaña. Su carácter firme, leal y valiente nos crea la ilusión de que este es uno de los que sobrevivirá esta gran odisea, pero no fue así. Por más que luchó, ese no era su destino. Él fue un propulsor de la salvación de otros. Durante 62 días, donó su cuerpo y su espíritu, y luego de su muerte, penetró en el ánimo y las fuerzas de los expedicionarios Parrado y Canessa y los demás sobrevivientes para que dieran todo por seguir con vida. Turcatti fue un héroe, al igual que todos los demás que durante años han recibido aclames mundialmente. Al ser el narrador de la película y, aún así, fallecer, lo que no es común en muchas películas, comprendemos que cualquier persona que ame, trabaje por sí y los demás, es un valiente, digno de admirar e inspirar.

La esencia de Numa es uno de los tantos mensajes que esta película nos regala y el más que necesitamos escuchar hoy día. Es un mensaje de unión, de amor, de lealtad y de amistad, que nos recuerda a ser generosos, a luchar por lo que queremos y a amar y respetar a todos. Turcatti se montó en ese avión sin conocer a casi ninguno de los que estaban con él. Aun así, dio su vida por ellos. Se ofreció para trabajar, realizó expediciones que casi le cuestan la vida y, sobre todo, fue un gran amigo para todos los compañeros. Dio tanto y tanto que su cuerpo no aguantó, y aún cuando su cuerpo no aguantó lo suficiente para mantenerlo con vida, fue sustento para sus compañeros y su enseñanza estuvo con los sobrevivientes aquellos diez días después de su muerte, dándoles fuerzas para seguir.

Y a los espectadores también les siembra una semilla de querer hacer el bien, de trabajar por la salvación colectiva y seguir hacia adelante, aún cuando todo apunta al fracaso. “La Sociedad de la Nieve” se presenta en un contexto social en el cual la civilización del siglo 21 se convierte en una que es cada vez más individualista. La revista Time indica que, “hoy día en América, muchos de nosotros estamos desconectados de cada uno, solos, con conductas auto-protectoras o en conflictos con los demás. El sacrificio por el bienestar común nos parece anacrónico”. La tecnología, las redes sociales y los eventos mundiales que han acontecido en los últimos años, como la pandemia del Covid-19, nos han ido separando. Quizás esto es solo parte de la evolución humana…quizás esto es lo que nos toca a los del siglo 21, pero, por otro lado, es un hecho que los seres humanos somos seres sociales. Está en nuestro ADN vivir en comunidad y beneficiarnos unos de los otros del bien común, lo hemos hecho por miles de años.

Hoy día muchos se sienten solos. Incluso, se habla de una “epidemia de la soledad”. El Cirujano General de los Estados Unidos, el Dr. Vivke H. Murthy, también indicó que más de la mitad de los adultos en los Estados Unidos se sienten solos, lo que ha aumentado las cifras de depresión y ansiedad, y comienza a generar una crisis de salud.

Esa soledad que siente esta generación, es, quizás, lo que ha disparado el éxito mundial de la película, que ya tiene 51 millones de visualizaciones en Netflix, en menos de un mes de estar disponible, cifra que sigue en aumento. Es decir, la película puede estar sirviendo como una presentación de lo que busca la sociedad hoy día: unión y fortaleza ante las ansias que se viven.

En contraste a nuestra civilización, en la sociedad que formaron esos jóvenes en los Andes, no predominaba el individualismo. No se salvarían así. Todo funcionó gracias al grupo. Seguro que hubo desacuerdos y momentos de tensión, como lo hay en cualquier sociedad, pero todos tenían claro que la supervivencia era colectiva.

Cabe destacar, que, allá en el desierto, se olvidan las rutinas establecidas en la civilización. En la montaña, esas cosas se convierten en pequeñeces. El enfoque pasa a ser uno de supervivencia y el ser humano retorna a lo primitivo, y conecta con lo más profundo de sí. Allá arriba eran lo único que tenían. Un ser humano era lo único que les podía dar el calor que tanto necesitaban, el apoyo y la ayuda para subsistir.

Esta película y la historia en la que está basada nos recuerda que las sociedades funcionan colectivamente. Cuando una parte falta, se desbalancea. Si en un reloj no funcionan todas las piezas chiquitas que lo componen, el reloj no funciona. El propio Roberto Canessa ha expresado que, si solo él y Nando hubieran sobrevivido la caída, no sabe si hubieran salido de la montaña. Siempre ha afirmado que lograron salir de allí gracias a los esfuerzos de todo el grupo.

Sobrevivientes de los Andes: Carlos “Carlitos’ Páez, Fernando “Nando” Parrado y Roberto Canessa. Foto: Kate Green / Getty Images

Por otro lado, en todo bien colectivo, hay un porciento de egoísmo. Es decir, queremos que las cosas estén bien para todos y nos incluimos a nosotros mismos en ese ‘todos’. Este es el pensar de Pedro Algorta, uno de los sobrevivientes de los Andes. Algorta dice que cuando estaba en la montaña quería sobrevivir porque él quería seguir viviendo. Él quería preservar su energía y alimentarse porque quería regresar a su vida. Por esto, trabajaba en las diferentes tareas del grupo y llevó a cabo pequeñas expediciones. Su deseo de vivir es lo que lo mantuvo vivo y así fue para todos los sobrevivientes. Todos tenían su razón para mantenerse vivos y regresar, y no necesariamente era porque querían salvar a sus compañeros, sino que sabían que para salvarse tenían que salvarse todos. No se podía salvar uno sin el otro, pero era necesario el querer estar bien uno mismo para poder contribuir al bienestar colectivo y así, propiciar el bien de los demás miembros de la sociedad.

Además de todo esto, esta historia nos demuestra el inmenso valor que tiene la vida, aún cuando no se encuentra salida a los problemas. Entre tanto mal rato y desafíos, a veces se nubla el camino y da tanto trabajo salir de esa neblina, pero es necesario que salgamos. Una vida sin desafíos, es una vida sin aprendizaje y sin crecimiento. Los desafíos de la vida nos dan trabajo, pero, al mismo tiempo, nos benefician y nos demuestran que la vida merece vivirse. No es que idealicemos los problemas de la vida, sino que podemos sacarle el lado bueno, aquello que podamos aprender.

Los sobrevivientes de los Andes vivieron cosas impensables, pero su deseo de vivir nunca cedió. Luego de sobrevivir los Andes, todos tuvieron sus propios desafíos en sus vidas personales, y también los superaron. Tampoco hay que estrellarse en los Andes para desafiar a la vida. Todos tenemos nuestras cordilleras que superar y todos tenemos las fuerzas internas para lograrlo.

Escenas de “La Sociedad de la Nieve”. Foto: Cortesía de Netflix.

En fin, todos somos materia sintiente en esta tierra y estamos aquí para sentir, y en la gama de sensaciones están las buenas y las malas, que son todas parte de la experiencia humana. A veces sentimos tristeza, angustia, ansiedad e ira, pero también sentimos amor, felicidad, risas y plenitud, y que bien se siente sentirse bien. Los buenos momentos nos dan propósito y los malos momentos también, porque sabemos que cuando pasen tenemos la posibilidad de sentir esa luz deleitosa en nuestro interior y la podemos compartir.

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